lunes, 5 de agosto de 2013

LA MALA COSTUMBRE DE PENSAR DEMASIADO

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Los pensamientos de una mujer deberían tener cierto mérito. Considero que si cada pensamiento innecesario tuviese recompensa, sin duda, se hubiese dado la Revolución y Liberación Masculina en vez de la femenina.
Una o dos horas antes de salir por primera vez con esa persona, empiezan las reflexiones angustiosas, por ejemplo: “¿con tacones o sin tacones?” Razonamiento innecesario: quizás no le gustan las mujeres tan altas. “¿Estaré muy arreglada?” También innecesario: seguro se dará cuenta que estoy demasiado interesada en él.
Después de un mes de salidas y felicidad, él deja de escribir uno o dos días. ¡Bienvenida sea la locura! “¿Será que no le gustó lo que le comenté de sus amigos?”, “Quizás volvió con la exnovia”, “tal vez conoció a alguien en la Primera Comunión de su sobrina”, “seguro son esos 4 kilos que tengo de más”. Incluso, cuando ya la cosa pasa a grandes ligas, las más atrevidas llegan a meterse en el papel de psicólogas expertas: “No me ha llamado porque no quiere comprometer su preciada libertad conmigo”, “probablemente sea porque su mamá es morena y yo soy catira, no soy su tipo”.
Llegamos al punto de volver locas a nuestras amigas, volviéndonos monotemáticas, comentándoles una y otra vez lo mismo. No crean que exagero, puede que no nos pase con todos, pero nos pasa y empezamos a crear un mundo de escenarios ficticios para tratar de entender por qué no nos llaman.
Muchas mujeres le tienen tanto miedo al rechazo que no ponen su “dignidad” en juego con un mensaje o una llamada, pero en el caso de que la desesperación llegue a tal punto de hacerlo y no reciban respuesta, se clavan un puñal de arrepentimientos.
Pero la reflexión realmente útil de este artículo nace en el preciado y desvalorizado recurso de la sinceridad. Decir las cosas por su nombre y hablar claro no solo se le atribuye a las personas que ya tienen una relación establecida. Hay que quitarse ese prejuicio de que porque uno diga las cosas como son, se transforma en un intenso. Los hombres deberían indicar, y las mujeres deberíamos saber, que una llamada o un mensaje de parte de nosotras no desvanecen la dignidad.
En un mundo perfecto, sería interesante que ellos nos dijeran “la paso muy bien contigo, recuerda que si quieres hacer un plan mañana o el fin de semana, puedes llamarme”. Si nos arrancáramos la cultura machista de las venas, probablemente las mujeres llamarían para decir: “No nos hemos visto en una semana, ¿qué ha sucedido?”.
Mi recomendación para los hombres es decir la verdad. Si conocieron a alguien y no quieren que la relación se torne seria o si ya no les gusta, consigan las palabras adecuadas para decirlo… pero, por favor, no dejen de responder y no finjan demencia. ¡SÁQUENNOS DE DUDAS! Sean al menos un poco caballeros y tengan la consideración de hacernos la agonía final más corta.

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